miércoles, 7 de julio de 2010

VÍCTOR O VICTORIA - A4

No deja de ser curioso y estimulante el que directores caracterizados por sus melodramas hayan realizado estupendas comedias. Son los paradigmáticos casos de John M. Stahl y Douglas Sirk, dentro del Hollywood clásico. El primero realizó Sagrado matrimonio y el segundo Alguien ha visto a mi chica, dos comedias de buen tono y buen ritmo, verdaderamente divertidas y de tramas más que interesantes. También se da el caso contrario. Directores que, caracterizados por sus comedias, realizaron dramas más que estimables, extraordinarios en algunos casos. Serían los casos de Ernst Lubitsch, Billy Wilder y Blake Edwards, para no nombrar a nadie más, aunque me olvide de Charles Chaplin y Mitchell Leisen. El primero realizó Remordimiento, un sombrío drama en torno al arrepentimiento, cuyo personaje principal, francés, viaja hasta Alemania para pedirles perdón a los padres de un soldado que él mató en la guerra. Del segundo podríamos citar, entre otras, El crepúsculo de los dioses, drama en torno a la lealtad y el envejecimiento. El tercero nos ha proporcionado Días de vino y rosas, una patética historia en torno al alcoholismo, quizás la mejor película de las que abordan el asunto.

Como hoy no tenemos ganas de ponernos tristes hablemos de Víctor o Victoria. Blake Edwards realizó comedias divertidísimas, a las que podemos considerar sólo de enredo, como, por ejemplo, El guateque, Operación pacífico y Cita a ciegas. Podemos intuir que le preocupa la identidad sexual, pues en torno a esto realizó, aparte de la que nos ocupa, Una rubia muy dudosa, en la que un Don Juan es asesinado y luego obligado a reencarnarse en forma de mujer, la cual conserva rasgos masculinos, lo cual le lleva a ser deseada por otras mujeres, no sabemos si por tener aspecto hombruno o por ser mujer.

También realizó comedias que, aparte de divertidas, son serias, pues contienen los ingredientes adecuados como para hacernos pensar en el comportamiento humano, entre las que podemos citar Desayuno con diamantes y la que nos ocupa.

En algún lugar he visto emparentas Víctor o Victoria y Con faldas y a lo loco. Pues… No sé qué decir. No se puede negar que tienen puntos de contacto: unos personajes se hacen pasar por lo que no son, hay algunos gánsteres de por medio, el ritmo de las dos es magnífico, pero… Estimo que la segunda es de la B mientras que la primera es A. En aquélla, dos pobres músicos se hacen pasar por chicas para conseguir trabajo en una orquesta. En ésta, el asunto es algo más complejo: a instancias de un marica, perdón, de un gay serio y simpático, una mujer se hace pasar por un hombre que se hace pasar por mujer. En Con faldas y a lo loco, un hombre mayor se enamora de uno de los hombres que se hace pasar por mujer, y ya está, no lo duda un instante; en Víctor o Victoria, un hombre se enamora de la que se hace pasar por hombre cuando aún no sabe si es hombre o mujer, lo que dará lugar a dudas, peripecias, pruebas de hombría, es decir, lo cual crea un conflicto de conciencia, lo que influirá en su comportamiento, lo cual es fundamental para el desarrollo de la acción. En fin…

Víctor o Victoria es una película perfecta. Tiene el ritmo adecuado, no habiendo un momento en que una gracia no deje paso a la siguiente, sin que en ningún momento podamos decir que hay un paréntesis tedioso. Entre “momentos locos” hay secuencias inolvidables, de entre las que yo en este instante me quedo con la que podríamos denominar “el restaurante y la cucaracha”; o con una de las “peleas de la hombría”, aquélla en que James Garner pide un vaso de leche en un bar de matones, y ante la pregunta de uno de ellos –mal encarado, fuerte, sucio, bruto--: “¿De vaca o de cabra?”, responde “De la teta de tu hermana”. Los intérpretes están inmejorables; tanto Julie Andrews como James Garner, como los que interpretan al marica --perdón, al gay— o al camarero de la cucaracha, nos parecen insustituibles, es decir, no podemos imaginar que los haya más adecuados para estos papeles. Y, lo que es más importante, dentro de las bromas y “los golpes” y “las locuras” se desarrolla una historia que nos habla de cómo pueden ser ciertas personas y de las relaciones que pueden establecerse entre ellas. Pocas veces hemos visto reflexiones tan adecuadas en torno a la identidad sexual; tampoco han sido tratados tan seriamente, dentro de la comedia, a los maricas; perdón, a los gays.

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