sábado, 26 de junio de 2010

VISAGES D’ENFANTS – A5

Si uno visita Gante, una importante ciudad de Bélgica de la zona flamenca, debe pasear por el borde de los canales y contemplar las antiguas edificaciones; son peculiares, sobre todo cuando están en conjuntos. También debería entrar en varias iglesias y en la catedral; en ésta hay un famoso cuadro: Adoración del Cordero Místico, de Jan van Eyck. En otro templo hay diez o doce estatuas de mármol blanco, cada una de ellas de mayor tamaño que el de una persona. Representan a apóstoles de la iglesia católica. Casi todos tienen un arma en la mano --una daga, un sable, una espada…--. Uno o dos tienen libros. Da que pensar.

Esto viene a cuento porque en una ciudad de Flandes con canales y construcciones como las de Gante sucede la historia de La kermese heroica, divertida película de Jacques Feyder (1888-1948), un director belga afincado en Francia; o, si se quiere, un señor que nació en Bélgica y llegó a ser un interesantísimo director del cine francés y a realizar algunas películas en Hollywood.

El asunto de La kermese es divertido en verdad. Se trata de una farsa histórico-amorosa en torno al honor y a la valentía. A una ciudad de Flandes llegan las tropas españolas, comandadas por el duque de Olivares, un caballero, un señor. No estamos ya en los tiempos de Felipe II y Don Juan de Austria cuando, al parecer, según dicen las fuerzas vivas de la ciudad, los soldados quemaban las casas, violaban a las mujeres y destripaban a los niños. No obstante, los hombres temen lo peor y se hacen los muertos o los tontos durante las veinticuatro horas en que las tropas van a acampar en la ciudad. Ante tal circunstancia toman el mando las mujeres, las cuales salvan la situación utilizando… todas sus armas.

Pero no es de esta película de la que yo quería hablar, ni tampoco de Carmen (1926), quizá la mejor versión de las muchas que se han realizado en torno de la cigarrera de Sevilla. Yo quería hoy hablar de Visages d’enfants (1925), un melodrama familiar realizado con una gran sensibilidad, la película de Feyder que prefiero. Y, puestos así, deseo declarar que no todas las películas de este director me parecen obras de arte; no estimo en demasía La condesa Alexandra y El beso, realizada en Hollywood en 1929, me parece una pesadez.

El comienzo de Visages d’enfants es extraordinario, diez minutos ejemplares de descripción y narración cinematográficas. Después de unos planos del pueblo, nos introducimos en una casa, en la que tiene lugar un velatorio. Ha muerto la mujer del alcalde. Vemos planos variados y expresivos de las personas que acompañan, sabemos que están todos excepto los que no han podido abandonar las labores del campo, vemos el féretro pasando por la calles del pueblo, sabemos cómo es éste, conocemos la costumbre de derramar agua bendita sobre la fosa… Y vemos siempre, intercalados, la cara seria del alcalde y los semblantes de sus dos hijos: la pequeña Pierrette, ajena a lo que se desarrolla a su alrededor y que en ningún momento va a sentir la ausencia de la madre; y Jean, un muchacho de diez o doce años, cuyo triste y concentrado rostro nos señala que él sí la siente profundamente.

Pocas veces hemos visto en el cine un entierro mostrado con tanta amplitud y precisión. La planificación es variada, ceremoniosa y detallista –mientras la comitiva llega al cementerio, la niña, Pierrette, juega con un gatito y ayuda a apagar los cirios--. La película continúa como un modelo de narratividad. Con los intertítulos adecuados, sin abusar de ellos en ningún momento, Feyder muestra perfectamente la acción, el drama y los sentimientos, sobre todo de Jean, magníficamente encarnado por el joven intérprete.

La vida continúa. Llega la primavera. En junio Jean tiene que ir solo al cementerio, a poner flores en la tumba de la madre, porque el padre va a pedir en matrimonio a una viuda del pueblo. La boda subsiguiente es mostrada en una secuencia extraordinaria. Como el alcalde sabe lo que representa para su hijo el recuerdo de la madre, no se atreve a decirle que ha decidido sustituirla, y lo manda a un valle vecino, donde le dicen que en ese momento se está celebrando la boda. Las montañas nevadas que separan los dos pueblos tienen la belleza de los mejores documentales –en realidad todos los paisajes y los escenarios de la película son más que estupendos--. Por el semblante del niño sabemos enseguida que el hecho le causa un gran dolor, una profunda perturbación psicológica. (Así como durante la triste ceremonia del entierro se intercalan simpáticas tomas de la niña jugando con el gato, la festiva ceremonia de la boda se muestra en paralelo con el doloroso conocimiento que Jean está teniendo del suceso).

La vida continúa. La nueva esposa del alcalde aporta a la familia una hija de la edad de Jean. Hay un momento en que éste se da cuenta de que la nueva mujer de la casa lleva una prenda que perteneció a su madre. No lo soporta. Sale, se tiende sobre la hierba y llora desconsoladamente. Como “represalia” trama fastidiar a la hermanastra, la cual está a punto de morir, aunque finalmente la salva una búsqueda multitudinaria –por la noche, con antorchas, entre la nieve, hay unos planos de los que se recuerdan siempre--.

Arrepentido por su acción, Jean decide suicidarse. Se despide de las niñas –no de los mayores—en una escena emocionante. Les dice que será la última vez que lo vean, que va a partir para siempre; luego besa a su hermanita y le pide perdón a la muchacha a la que quiso fastidiar. Sale al campo y se arroja al río. Lo salva la esposa de su padre. En el último plano, Jean la abraza con auténtico cariño. A partir de entonces será su nueva madre.

domingo, 20 de junio de 2010

MI QUERIDA SEÑORITA – A3

No acabo de explicarme cómo a unos guionistas y a unos directores se les ha ocurrido hacer lo que hacen. Para no ofender, puedo citar las horribles Ópera prima (F. Trueba), ¿Qué hace una chica como tú...? (F. Colomo) y Pepi, Luci, Bom... (P. Almodóvar), que al fin y al cabo han dado lugar, respectivamente, a las más que interesantes La niña de tus ojos, Los años bárbaros y La flor de mi secreto. Para ofender podría citar… Me callo. Y eso sin pensar en las que emulan escandalosamente a las películas yanquis de sangre y criminales.
Entre un montón de tonterías semimodernas uno puede ver de otra vez algunas películas españolas que no están mal, como, por ejemplo, El camino (Ana Mariscal, jamás citada), o Calle mayor (J. A. Bardem, citada siempre); o, como en nuestro caso, Mi querida señorita (J. de Armiñán). En ésta se narra algo interesante a base de imágenes expresivas. Aquí, a unas imágenes le suceden otras en función de la narratividad, eso que hace que, después de mostrar determinadas acciones, lo adecuado (o lo artístico o lo sublime) sea mostrar esas otras, con vistas a señalar vívidamente lo que se relata y el paso del tiempo.
Aparte de lo dicho, en esta película hay que resaltar la interpretación de José Luis López Vázquez. Valdría la pena ver Mi querida señorita sólo por eso. Tanto cuando es doña Adela como cuando es Juan, se muestra como un actor extraordinario, lo que quiere decir que nadie o casi nadie podría hacer lo que él. Lejos de los tics interpretativos que nos “regala” en el 70 % de sus papeles, aquí es un actor grande, rico en matices, de gesto expresivo, poseedor de una mirada única.
Además de ser una película con la narratividad ajustada y una interpretación extraordinaria, Mi querida señorita nos habla de “un caso interesante”, o por lo menos interesante por mostrársenos como se nos muestra. En la primera parte José Luis López Vázquez es doña Adela Castro, una mujer mayor, católica y puritana que “acoge” a Isabelita, una muchacha de servicio, por la que se preocupa en exceso. Sin amaneramiento alguno, con el gesto justo, López Vázquez logra que uno se crea que él es esa señora que vive en su pueblo y en su casa de siempre.
Lo que sucede es que doña Adela va al médico y... Resulta que es un hombre, un hombre que adoptará el nombre de Juan e irá a vivir a otro lugar. Ese ser desconocido para sí mismo y desconocedor del nuevo espacio que lo acoge y de sus nuevas ocupaciones, ese hombre de gestos suaves pero en absoluto amanerados es también un inmenso José Luis López Vázquez.

EL HALCÓN MALTÉS - B3

No me gustan las películas de asesinos ni las de psicópatas. Por lo general van tras el exhibicionismo de la violencia, ese asunto que deberíamos desterrar del cine, de la televisión, de los juguetes, de la política y de la vida. El silencio de los corderos, por poner un ejemplo famoso, me parece un artefacto fílmico; es como una de esas desgraciadas máquinas electrónicas con las que los jóvenes juegan a destripar.
En cambio, le tengo cierto aprecio al cine negro. Éste nos señala que en la vida, junto al amor o a la amistad, podemos encontrar algún tipo de violencia, y nos presenta a personas más o menos normales que, bajo determinadas circunstancias, pueden elegir el camino del mal. Pero ése es otro asunto: una parte de la realidad, no una exhibición de perversiones. Creo que a medio camino entre esos dos géneros se encuentra El halcón maltés, una película que parte de una historia magnífica aunque la realización, a mi modo de ver, no tiene la adecuada inspiración, es rutinaria y contiene demasiados diálogos en plano / contraplano.
El tema central se ha abordado en otras películas: hay unas cuantas personas cada una de las cuales se empeña en conseguir algo que considera muy valioso, un objeto que es símbolo de poder. En Winchester 73, por ejemplo, el objeto es un arma que mata más y mejor que ninguna otra. En El halcón maltés, las personas acaban matándose con tal de conseguir una estatuilla, un pájaro de oro y joyas que los caballeros templarios le regalaron al emperador Carlos V.
Al despacho de los detectives Spade y Archer llega una mujer apellidada O'Shaughnessy, a proponerles un asunto aparentemente inocente. Por dinero ellos están dispuesto a lo que sea y aceptan el caso. Archer va a una cita con la mujer y es asesinado. Sam Spade se ve envuelto en un turbio y embrollado asunto. Aparte de que comienza a seguirlo un tipo mal encarado, la Srta. O’ Shaughnessy resulta ser Miss Wonderly, la cual resulta ser Miss Leblanc. Además, al despacho del detective llega un tal Joel Cairo y lo apunta con una pistola. Además, un tal Gutman lo cita en un hotel para proponerle un trato en torno al pájaro. Además, al despacho llega un moribundo con el pájaro envuelto en unos periódicos. Además... Se producen unas cuantas muertes.
En la búsqueda frenética del pájaro, las personas llegan a comportarse como tiburones enloquecidos, sin respetar el amor ni cejar en el empeño ni darse cuenta de que el dichoso pájaro está hecho de un material que no vale nada.

martes, 15 de junio de 2010

EL AMIGO DE MI AMIGA - A3

Mi noche con Maud, Pauline en la playa, La buena boda, El rayo verde, Cuento de primavera... Cada una de las hermosas películas de Rohmer es como un relato sencillo contado con las imágenes precisas. Juntas conforman una comedia humana en la que se abordan posiciones morales, sentimientos, relaciones paterno-filiales, ilusiones y desilusiones de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo... Y todo eso sin grandes discursos ni grandes dramas ni grandes gestas.
El asunto de El amigo de mi amiga es muy sencillo. Un buen día se conocen Blanche y Léa, dos muchachas de 24 y 22 años. Blanche no tiene novio pero está enamorada de Alexandre, mientras que Léa tiene un novio llamado Fabien del que no está enamorada. Después de acercamientos y rupturas, Léa y Fabien cortan definitivamente. Después de varias dudas y de quedarse estática ante la posibilidad, Blanche se desenamora de Alexandre y se enamora de Fabien. Alexandre se da cuenta de que Léa le gusta, lo cual no le disgusta a Léa. Así que Blanche se queda con Fabien y Léa con Alexandre.
Eso es todo. Nada de una guerra de independencia ni de algún hecho decisivo en la historia de la humanidad. ¿Eso es todo? No. Entonces, si hay algo más que el sencillo lío sentimental, ¿dónde está el secreto? Yo creo que parte del secreto consiste en que, al ver la película, llegamos a conocer a Blanche y a Léa, a Fabien y a Alexandre mejor que si fueran unos amigos con los que hemos ido a cenar veinte veces. ¿Sólo eso? Y porque admiramos la sabia sencillez con que se nos presenta esta compleja geometría de sentimientos. Y porque sabemos que en el arte lo sencillo-significativo es más difícil de lograr que lo tumultuoso-comunicable.
Esta película sosegada que nos permite pensar y contemplar cómo dos personas se miran o cómo la brisa mueve las copas de los árboles, es mucho más valiosa que setenta veces siete películas de prisas y montajes que subrayan la aceleración y se proponen no dejarnos pensar.
El amigo de mi amiga forma parte de “Comedias y proverbios”, un conjunto de películas de Rohmer. Pues bien, he aquí un proverbio para finalizar: Los amigos de Rohmer son mis amigos, aunque no sean héroes ni seres perfectos, aunque sean –o quizás porque son-- caprichosos, vanidosos, tímidos, buenas personas, listos e ingeniosos

CANTANDO BAJO LA LLUVIA - B5

Dentro del musical clásico se realizaron unas cuantas películas que podríamos considerar importantes, la mitad de ellas con Gene Kelly, entre las que podríamos citar a Siete novias para siete hermanos, Un día en Nueva York (G. K.), Cita en San Louis, Siempre hace buen tiempo (G. K.), Melodías de Broadway 1952 (The Band Wagon) y Un americano en París (G. K.). Dentro de este género también se realizaron unas cuentas películas simpáticas, algunas más que soportables porque en ellas actúa Fred Astaire.
Es posible que, como señalan los aficionados a hacer este tipo de listas, Cantando bajo la lluvia sea el mejor musical de todos los tiempos. Yo lo tengo por cierto, aunque no colocaría muy por debajo a The Band Wagon.
Cantando bajo la lluvia es tan inspirada, tan divertida, tan alegre, tan perfecta...
Funciona como una sabia combinación de cine y realidad, de seriedad y sonrisa, de amor y amistad. Acertada y consecuentemente con el planteamiento argumental, los números musicales constituyen una sabia combinación entre el viejo y el nuevo estilos. No sabe uno si son mejores los números musicales “viejos”, los que tienen lugar en un escenario, o los “nuevos”, los que son parte de “la vida real”. No sabe uno qué es mejor, si el número al estilo antiguo en el que Don Lockwood narra cómo llego a Broadway y donde se encuentra con las larguísimas y atractivas piernas de Cyd Charisse, o el número en el que Don Lockwood, su amigo Cosmo Brown y su enamorada Kathy Selden bailan sin que ninguno pierda el paso, sin que ninguno de los tres se adelante o atrase una milésima de segundo, y donde parece que Donald O’Connor y Debbie Reynolds son tan buenos bailarines como Gene Kelly. Por no hablar del momento en que G. K. canta y baila bajo la lluvia, en el que parece que no se puede hacer mejor, y donde hasta las gotas de agua interpretan a la perfección su importante papel.
Cantando bajo la lluvia es una película tan perfecta que podríamos decir que todas su partes funcionan como un reloj, si no fuera porque en ese tipo de mecanismos no hay lugar para la sorpresa, el misterio o la alegría. Pero podríamos decir que es tan perfecta como si en lugar de ser un producto de la voluntad y el talento humanos, fuese algo que un par de humanos encontraron en la naturaleza.

viernes, 11 de junio de 2010

CON LA MUERTE EN LOS TALONES - C2

De un tiempo a esta parte me sorprende la rara unanimidad que ha habido, que tal vez hay en torno al cine de Hitchcock. Casi todos los comentaristas, cuando abordan una película suya, la alaban hasta límites insospechados, dando por supuesto de que es obra de un genio y casi siempre fundándose en el truco o “la gracia” que la película contiene, en “la originalidad” de que hace gala.
Como ha dicho alguien que ahora no recuerdo, la originalidad no debe exhibirse, pues entonces la pretensión se convierte en risible. Las gracias vanas, los trucos intercalados para sorprender al público, quedan en mi memoria como los momentos más vacuos de las películas de Hitchcock y aun del cine. Así, cuando leo esos comentarios laudatorios pienso que un divertido texto podría ser aquél que señalara las secuencias cinematográficamente ridículas de este astuto director. Por ejemplo: la conversación entre la ladrona camino del motel y el policía con gafas oscuras en Psicosis, la caída del caballo de Marnie en Marnie la ladrona, la huida a través del telón de acero en Cortina rasgada, la extrema dificultad que tiene James Stewart para sentarse en un hotel de Marruecos en El hombre que sabía demasiado, el vaso de leche fosforescente en…
¿Cómo se puede considerar un genio del cine a alguien que casi siempre hace películas de un mismo género, a saber: de género Hitchcock? Género repleto de psicopatías, inocentes perseguidos, criminalidad y espionaje, o de una mezcla de todo eso, asuntos que constituyen un mismo filón para un millar de película sin importancia. ¿No será que se le considera un maestro porque, aun sin enseñar nada, es fácil de imitar? (Por cierto, Homero es inimitable, al igual que Cervantes, Dante, Shakespeare, George Elliot, Tolstoi…) ¿Cómo es que hay muchos comentaristas que consideran que es uno de los mejores directores del cine clásico norteamericano, comparable a D. W. Griffith, John Ford, Henry King, Howard Hawks, King Vidor, Leo McCarey, etc. etc. etc? Los citados trataron con seriedad, gracia, precisión y originalidad decenas de asuntos que afectan a la naturaleza humana, o que tal vez la constituyen; Hitchcock no.
“Las gracias” de Con la muerte en los talones podrían ser, en primer lugar, la primera secuencia, en la que nos podemos reír de un Cary Grant completamente borracho conduciendo por unas curvas inverosímiles; y, en último lugar, la última secuencia, en la que los deditos de dicho actor tienen la fuerza y la agilidad necesarios como para agarrarse de las narices de algunos presidentes de EEUU, a pesar de ser pisoteados por los robustos zapatones de los malos.
No acabo de explicarme semejante fenómeno. Entre más veo sus películas más me parece un director astuto y simplón. La última que he revisitado es Los pájaros. Por más que me lo propuse, no pude dejar de reírme no con sino de Hitchcock en un par de ocasiones. Con decir que las únicas que me siguen interesando a medias son dos melodramas medio criminales tituladas Rebeca y Atormentada (Under Capricorn)...