sábado, 17 de julio de 2010

KILL BILL – C1

El género humano es sorprendente; aparte de maravilloso es terrible. Si no, ¿cómo se explica que esté pendiente de la muerte y la sangre, hasta tal punto de que en algunos países hayan existido o existan periódicos o emisoras que sólo hablan de sucesos, de muertos, de asesinados? ¿Cómo se explica que si se produce un accidente en un aeropuerto la gente vaya en masa con el propósito de extasiarse mirando los cadáveres?

¿Cómo se explica, si no, el éxito de Kill Bill, un artefacto que sirve para abastecer de violencia a los necesitados? A mí me recordó a Sissi emperatriz , Princesa por sorpresa y algunas otras películas análogas, de ésas que toman como base los “colorines de hadas”, en los que inevitablemente una linda muchacha, a través del amor, llega a ser princesa y aun reina. Claro que la base de Kill Bill no son los colorines de hadas sino los “comics sangrientos”, pero las hermanan idéntico esquematismo --en los personajes, en la narración, en las perspectivas...

Los espectadores son sorprendentes; aparte de maravillosos –cuando se extasían con ciertos planos de Ozu —son terribles –cuando no se cansan de “esta cosa”--. ¿Cómo es que soportan más de treinta minutos de proyección, si ya saben qué van a ver y ven lo mismo que en los primeros segundos? Para más desgracia, “esta cosa” no se recata en hacer varias apologías de la violencia, señalando en algún instante algo así como que el centro de la existencia se encuentra en el centro de la espada con la que se mata sin piedad.

Me han dicho que en el Vol.2 un niño se siente orgulloso… no de que su padre haya merecido el Nobel, no de que sea un profesional de la arquitectura o la medicina, no de que sepa arreglar motores ni de que sea un buen cocinero… se siente orgulloso de que su padre haya matado a más de veinte. Aunque de tal detalle yo no puedo dar fe, pues no he soportado ver más de treinta minutos de los muchos que dura el artefacto.

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