miércoles, 14 de abril de 2010

LAS VERGÜENZAS DEL CINE

He visto más de mil películas, he escrito más de cien comentarios, he ido a las salas desde mi más tierna edad, actualmente veo una película cada día. Es posible que esos datos hablen de la fascinación que siento por este modo de expresión, por este tipo de narraciones, por este arte o esos artefactos. Ahora bien…
Hay al menos dos cuestiones que me repugnan. La primera tiene que ver con los personajes. Nunca le perdonaré al cine que en general prefiera las putillas a las mujeres altruistas, los asesinos a los escritores, los ladrones a los ingenieros. Nunca le perdonaré que en las películas haya más criminales que pintores y músicos y científicos juntos.
La otra cuestión tiene que ver con el uso que hace de la muerte, con la frecuencia con que se mata en las películas. Eso quiere decir que el cine en general apuesta por la facilidad, pues más fácil es quitar una vida que construir otra caracterizada por la seriedad, la profesionalidad, las relaciones y el conocimiento.
Las personas nacen, viven y se desarrollan; y, por supuesto, mueren. Algunas películas estupendas hablan de la evolución de los individuos, de vidas tristes o alegres, complacientes o trágicas, de suicidios y muertes apacibles… Algunas películas estupendas muestran ciudades o desiertos o selvas en los que deambulan grupos empeñados en una tarea. Por eso me interesa el cine, porque nos revela a los individuos y a la sociedad y al planeta.
Pero no me negarán que exhibe, con profusión y sangre, el asesinato y la matanza, haciendo de la violencia y la muerte un espectáculo grosero y complaciente.
Veamos las carteleras o las programaciones de las cadenas de televisión, o repasemos la lista de las películas que se han realizado en todos los lugares en todos los tiempos. Apuesto siete contra dos a que encontraremos más sangre que agua, más brujería que ciencia, más criminalidad que razón, más ignorantes que Premios Nobel, más agentes secretos que investigadores del Cosmos, más criminales que integrantes de “Médicos sin fronteras”.
Un desastre, a pesar de las maravillas que nos ha dado, de la fascinación que ejercen las luces y las sombras fílmicas.

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