miércoles, 7 de septiembre de 2011

EL OFICIO DE LAS ARMAS (E. Olmi, 2001) - A4

Ermanno Olmi ha dirigido varias películas que poseen el tono de la verdad, yo diría que en la órbita de Rossellini, en las que aborda problemas cotidianos pero importantes. El empleo, Los novios, Un cierto día son algunas de esas películas. También dirigió El árbol de los zuecos, una obra extraordinaria que no se parece a ninguna otra, a la que yo le pondría A5. En ésta da cuenta, con un talento y una sensibilidad por encima de lo común, de una comunidad de labradores y del empeño de Miné y de sus padres porque el niño pueda estudiar. Además de dirigir la película, Olmi es el autor del guión, de la fotografía y del montaje. Toda ella es producto de su talento, de su sobriedad, de su sensibilidad, de su memoria...

Buena parte de las características del gran director italiano puede apreciarse en El oficio de las armas. Lo primero que conviene decir es que esta película no es un producto de género ni posee una realización rutinaria, se debe a la reflexión y el talento. No se parece a ninguna en la que se muestren hechos históricos o bélicos. La ruin espectacularidad de las batallas es sustituida por una sensibilidad adecuada para mostrar momentos intensos en la vida de un héroe. Y si no es una película de guerra tampoco es una película historicista, en el sentido de que no es de ésas que muestran hechos más o menos fieles sin una pizca de inspiración.

Hombres abandonados, perdidos en la nieve, desesperados por el hambre y el frío, dispuestos a matar y a morir… La dureza de esas vidas… Palacios suntuosos, rostros sacados de la pintura… El duque de Mantua, el duque de Ferrara, el general Della Rovere, la esposa Caterina, la amante Nobildonna… Campos fangosos, hermosos y nevados… Todo tiene la pátina de la verdad, sin que en ningún momento veamos efectos especiales confeccionados en ordenador.

Olmi se instala en lo que su mente ha ideado sobre unos hechos históricos, que él ha ido pensando y enriqueciendo con su visión. Después de comprender al personaje, nos da cuenta de los últimos días de Giovanni De' Medici, un guerrero papal, sobrino de Clemente VII, empeñado en hostigar a la huestes alemanas de Carlos V, mandadas por el general Frundsberg, dispuestas a llegar hasta Roma y destruir el papado. Estamos en 1526.

Giovanni es un hombre joven, de 28 años. Está en la plenitud de la vida pero lo recubre la tristeza. Se arma con espada y coraza, y muere cuando estaba en el cenit del valor. Olmi se pregunta y hace que nosotros nos lo preguntemos: ¿Por qué un hombre así se arma, mata y muere? Minucioso, reflexivo, con la lentitud propia de la creatividad, nos muestra, además del personaje, un cambio histórico, el momento en que el acero de las espadas comienza a sustituirse durante las batallas por armas de fuego. Es una pieza de artillería la que hiere a Giovanni, a consecuencia de lo cual se le infesta una pierna. Poco antes de expirar pide ver a su hijo. Al llamarlo bajo tierra, la muerte duplica su tristeza.

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