Por un lado, Steven Spielberg me fascina. Tiene ojo, y en cuanto a la organización de las imágenes, a los movimientos de cámara, a la forma en que nos acerca los acontecimientos... es inmejorable. Por otro lado, me parece que la mitad de sus películas son triviales y contienen momentos sentimentaloides e innecesarios. No obstante, ha hecho unas cuantas (Parque Jurásico, Tiburón, ET el extraterrestre, etc.) de las que van conformando cierto cine de la actualidad, ése que ya no es el clásico ni tiene en cuenta la revolución cinematográfica de los sesenta, y en el que prima la aventura, lo ligero, cierta espectacularidad...
A mí me gustan más sus películas más serias, en cierto modo políticas, como La lista de Schlinder, Munich y Salvar al soldado Ryan.
En ésta, en la Segunda Guerra Mundial, durante el desembarco en Normandía, mueren dos hijos de una familia. Un tercer hijo se encuentra en otro lugar del frente europeo. Para que los padres no se queden sin nadie, el alto mando norteamericano ordena la búsqueda de ese tercer hijo, para llevarlo a casa. Le encargan la misión a un pelotón al mando del capitán John Miller, profesor en la vida civil. La mayor parte de la película narra las vicisitudes de ese pelotón mientras buscan a Ryan a través de las balas, las minas y el fuego de ametralladoras, tanques y morteros.
Aparte de que aborda una trágica y magnífica historia, la película es magnífica por cómo está realizada, por cómo Spielberg nos hace ver todo eso de la manera más viva, en un alarde de técnica y sensibilidad. La última escaramuza bélica es un ejemplo estupendo de cómo se organiza el espacio fílmico.
De entre todas las secuencias de esta película, yo destacaría una que no tiene que ver directamente con el macabro espectáculo. Es el momento en que, ante unos problemas de insubordinación, relacionados con si matan o no a un alemán capturado, el capitán Miller (Tom Hanks) saca a sus soldados de la obsesión por la muerte hablándoles de los tiempos en que daba clases en un pueblo de Pennsylvania, donde en primavera entrenaba al equipo de béisbol. Me parece una buena cosa romper la tensión hablando de algo que no tiene que ver con la violencia o el drama del instante.
En Titanic hay una secuencia en la que se utiliza el mismo recurso. La muchacha, lejos del esplendor de los salones del barco, en un rincón de la cubierta, toma la decisión de suicidarse; entonces el chico, al darse cuenta de la actitud de ella, no le dice que no debe hacerlo sino que le habla de lo fría que estarán las aguas y de cómo él pescaba de pequeño en su región natal.
viernes, 21 de enero de 2011
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