sábado, 12 de noviembre de 2011

MI TÍO DE AMÉRICA (A. Resnais, 1980) – A’5

Alain Resnais nos ha ofrecido algunas de las películas más peculiares, a la par que de las más variadas. Al acercarse a este director hay que tener los ojos bien abiertos, porque nunca se sabe qué puede salir de su cámara. Un año hace una película y dos años después otra completamente distinta. Parece que, una vez abordado un tema o una forma, ya no le interesa continuar por el mismo camino. A lo largo de su larga vida ha realizado unas quince, ninguna de las cuales se alía con lo que ya se sabe.

A él se deben comedias ligeras (On connait la chanson, Quiero ir a casa…) y un documental frío y escalofriante, en torno a los campos de exterminio nazis, titulado Noche y niebla; ha dirigido dramas singulares, algunos con trasfondo político (Muriel, La guerra ha terminado) y maravillas inclasificables como Providence y Smoking/No smoking

De entre todas yo destacaría hoy El año pasado en Marienbad y Mi tío de América. La primera es una película fascinante, no parecida a ninguna otra, en la que se mezclan el sueño y la geometría, lo barroco y las apariencias. Está constituida por constantes flash-backs no ilustrativos, ninguno de los cuales guarda relación cronológica con los otros ni con la realidad. Tiene la lógica de los sueños y de la memoria.

En cuanto a Mi tío de América… Podríamos decir que es la antítesis de El año pasado. Mientras una opta por los sueños la otra lo hace por la ciencia. ¿Qué decir de esta película seria, compleja, arriesgada y encima simpática? Para empezar digamos que no narra una historia de la que podríamos extraer una sinopsis. En lugar de eso, nos propone una lección de cine y otra de psicología biológica. Tal vez podríamos decir que alude a tres vidas observadas por un científico y a un discurso del mismo, sin que ni unas ni el otro estén completamente acabados; más bien parecen esbozos que los espectadores hemos de completar, tal vez complementar con lecturas y el intelecto.

Intentemos acercarnos a ella aludiendo a los cuatro personajes principales, tres de ficción y uno real. Por un lado tenemos a Jean LeGall, un escritor y periodista ambicioso, hijo de burgueses de la clase media alta, relacionado con el poder político y admirador de Danielle Darrieux. Luego está Jeannine Garnier, hija de obreros, inconformista, militante de las juventudes comunistas, admiradora de Jean Marais y que un buen día abandona el hogar para vivir su vida y se entrega en brazos del teatro… y de Monsieur LeGall… por lo que llegará a ser consejera de un grupo industrial… por lo que conocerá a René. René Ragueneau es un católico de comunión semanal, al que le encantan las películas interpretadas por Jean Gabin, hijo de agricultores reciclado a gerente industrial y que, como trabaja en una fábrica que ha de reciclarse, se encuentra en un mal momento. Finalmente tenemos al profesor Henri Laborit, interpretado por el profesor Henri Laborit, neurobiólogo, autor de teorías sobre el comportamiento humano a partir de unos trabajos realizados con ratas y que en la película se dedica a observar y comentar el comportamiento de los tres personajes de ficción.

¿Quiere esto decir que Alain Resnais se aleja en este caso de todo lo que huela a dramaturgia? Sí… y no. Porque esas vidas y esa lección, y esos detalles simpáticos relacionados con cortos insertos cinematográficos o con notas sobre libros o sobre comics, no aparecen como un mezcla desdibujada o caprichosa, sino formando parte del todo que al fin es una película. Los personajes centrales se pueden ver como “tres casos” estudiados por profesor Henri Laborit, es decir, como tres sujetos de un experimento a partir del cual dicho profesor ilustra su teoría en torno al cerebro y su relación con el comportamiento humano.

También los podemos ver como personajes de tres historias paralelas y entrecruzadas. En este sentido conviene decir que llegamos a conocerlos perfectamente aun cuando nos acerquemos a ellos a través de unas pocas anécdotas y de pequeños comentarios acerca de sus vidas, aun cuando a veces dichos comentarios contengan unas buenas dosis de ironía.

Porque se ha de saber que las personas actúan según cuatro pulsiones básicas: de consumo, de huida, de lucha y de inhibición. Y se ha de saber, así mismo, que, debido a que la evolución es conservadora, el cerebro de los animales, entre ellos el del hombre, contiene una capa muy primitiva, llamada cerebro reptiliano, el cual pone en marcha las conductas de supervivencia, como comer o copular. Junto a éste se encuentra el cerebro de la afectividad y la memoria, responsable de la felicidad y la tristeza; junto a los cuales se encuentra el córtex cerebral o cerebro asociativo, gracias al cual podemos crear y realizar procesos imaginarios; y luego, interconectando a los tres, disponemos de haces de fibras nerviosas, como el de la recompensa y el castigo, el de la huida, la lucha o la inhibición.

Si ahora señalamos que esa lección de anatomía psicológica o de psicología biológica no se realiza desde un estrado, sino en el seno de unas historias llenas de detalles simpáticos acerca de la infancia, las relaciones interpersonales, la familia y la vida, tal vez nos estamos acercando al tono de la película: un asunto muy serio tratado por alguien que sabe que la sabiduría consiste en observar a los humanos con toda la profundidad de que seamos capaces a la par que con una sonrisa.
Para que no quede duda de que, sean lo que sean los personajes, también son objetos de estudio y observación, después de que el profesor Laborit aluda a que las ratas sometidas a electroshocks se comportan de tal o cual manera según tenga o no posibilidad de escapar, vemos a uno de ellos saliendo de la casa para ir al trabajo llevando cabeza de rata.

Pero aparte de que sean “cobayas” observadas por un neurobiólogo, también son Jean, Jeannine y René, seres con personalidad, conflictos y esperanzas. Y también son seres o personajes levantados por la mirada de Resnais, el cual se los toma completamente en serio, como algo científico y al tiempo divertido; como algo digno de ser plasmado para la posteridad por un creador inteligente, benévolo y burlón.

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