Apolo 13 es una película estupenda en torno a los trabajos y los afanes de un numeroso grupo de personas que se proponen salvar a unos astronautas. Junto a ésta, la que más me gusta de Ron Howard es Una mente maravillosa: posee buenas dosis de emoción y lógica, y tiene un discurrir perfecto.
Podemos considerar que consta de cuatro partes claramente diferenciadas: presentación, alucinaciones, superación y reconocimiento. En la primera parte, John Nash es alumno de Princeton. El “misterioso genio de Virginia” tiene ansias de notoriedad y ensueños cognoscitivos. Al parecer vive en la misma habitación que Charles Herman, un compañero interesado en la literatura y las mujeres, mientras que a John le interesan las ecuaciones no lineales y los algoritmos que puedan definir movimientos erráticos, tales como el de los jugadores de fútbol o el de las palomas en torno a unas migas.
En la segunda parte, desde que Nash trabaja en los laboratorios Wheeler y es llamado por el Pentágono para que descifre unos códigos secretos soviéticos, entramos en la parte más tortuosa de la existencia de este personaje real. Entonces se dedica, de manera obsesiva y agónica, a descifrar aparentes códigos sembrados por “los enemigos” en cualquier publicación. Tiene alucinaciones. Tanto el Dr. Rosen como su esposa Alicia lo saben. Diagnostico: esquizofrenia.
En lo que podríamos considerar tercer parte, se nos muestra el esfuerzo y el talento de Nash para convivir con la enfermedad. Siendo consciente de que su esquizofrenia es un problema, se dice: “Yo me ocupo en resolver problemas, así que…”. También se nos muestra el talento y el amor de Alicia cuando no lo abandona, a pesar de que permanecer a su lado podría ser peligroso para su integridad. Nos emocionamos cuando Martin Hansen, antiguo compañero y contrincante en Princeton, le permite “establecerse” en la biblioteca de la universidad, porque es bueno para Nash hablar con los otros.
La cuarta parte podría comenzar cuando un joven matemático, Toby Kelly, reconoce a Nash y le manifiesta que le maravillan sus aportaciones a la ciencia exacta. Y cuando éste reemprende las clases, y cuando sus compañeros le entregan las plumas estilográficas, antiguo rito de reconocimiento a un colega destacado. Y cuando le entregan el Premio Nobel por sus teorías sobre el equilibrio, piedras angulares de la economía moderna, del estudio de las relaciones laborales y de los avances de la biología evolutiva. “Tú eres mi razón”, le dice a Alicia en Estocolmo.
Una película de este tipo, además de ser del guionista y del director, es también del actor. Aquéllos ponen las palabras y los planos; este último, el rostro y los gestos corporales. Lejos de Roma, Russell Crowe está perfecto. Yo no imagino que otro actor pudiera encarnar al célebre matemático.
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Hay pocas películas que traten una enfermedad mental tan grave como es la esquizofrenia, de una forma tan clara y positiva. Efectivamente el actor-personaje nos muestra el dolor, la incertidumbre, el desconcierto, pero también el camino. Usted le pone un A3 yo no admitiría menos de un A4.
ResponderEliminarSaludos