Después de George Eliot, Jane Austen es la escritora inglesa que más me gusta. La primera no ha sido muy visitada por las imágenes, aunque sé que existe una serie británica en torno a Middlemarch. Creo que se ha llevado al cine un extraordinario relato titulado Silas Marner, pero no tengo constancia del hecho. Jane Austen, en cambio, ha sido mimada por las cámaras. Emma, Sentido y sensibilidad, Persuasión, y Orgullo y prejuicio han sido llevadas al cine. Creo que incluso hay una cinta olvidable titulada Jane Austen recuerda y aun otra, no tan olvidable, La joven Jane Austen.
Tomando como base Pride and Prejudice hay una aceptable cinta de 1940 dirigida por R. Z. Leonard y titulada en España Más fuerte que el orgullo. A mí me gusta más ésta que comentamos, aunque no sea sino por el esplendor de sus imágenes, sobre todo cuando se ve en Blu-ray y en VOS. Las casas, los palacios, los jardines, los bosques, el mobiliario, los platos y las copas, los vestidos… Todo es hermoso y nítido. Todo es algo más nítido y hermoso que en la realidad. Uno tiene la tentación de quedarse embelesado mirando estas cosas, sin prestarle a la historia la atención debida.
El comienzo es estupendo. Una joven –luego sabremos que se trata de ella, de Elizabeth, como no podía ser menos a juzgar por el libro-- pasea por un jardín mientras lee. Pasa por un estanque con patos y por un patio con ropa tendida, y entra en la casa. Dentro está el resto de la familia. Una hermana toca el piano, otra arregla su ropa y otras dos juguetean entre sí. La madre habla y habla mientras el padre escucha. No estamos en un palacio sino en una casa grande aunque modesta y un tanto vulgar, tal como muestra el plano general con el que acaba la secuencia.
En la siguiente se nos presenta a él, a Darcy, con análogo acierto. Llega con un amigo a un palacete cuando el baile ya ha comenzado. Todos los que ocupan el salón los miran. Muchas los reverencian. La Sra. Bennet se apresura a presentar a sus hijas. Al cabo de un momento, le pregunta Elizabeth: “¿Baila usted, Sr. Darcy?”. “No, si puedo evitarlo”, contesta él. Nace así la primera antipatía mutua. Se ve que él es orgulloso y desagradable.
Ese carácter suyo, junto a unos equívocos difundidos por un caballerete metido a militar y a los dictados de Lady Catherine, consiguen que la antipatía inicial, convertida pronto en interés, desemboque en una distancia aparentemente insalvable.
La Sra. Bennet, una mujer vulgar y entrometida, tiene una preocupación prioritaria. Mientras el marido lee y se aleja del mundo, ella debe buscarles novio a sus cinco hijas. Si no se casan, en el futuro lo pasarán mal, pues ni siquiera heredarán la casa en que viven –estamos en Inglaterra, en los primeros años del siglo XIX--. Cuatro de dichas hijas se acomodan a las convenciones de la época y a las relaciones sentimentales que les salen al paso, aunque una de dichas relaciones venga primero envuelta en lágrimas y otra esté próxima al escándalo.
Cuatro de las hijas se acomodan, repetimos, pero no Elizabeth, la más inteligente y orgullosa de las Bennet. Ahora bien, para orgullo el del joven en quien fija sus ojos; para orgullo el de él (por los menos desde los prejuicios de Elizabetth), el del serio, culto, noble y rico Darcy de Pemberley, , lo que propicia, junto a los equívocos de que hemos hablado, varios momentos en los que están a punto de besarse o de separarse para siempre. Así, entre enamoramientos, palacios, bailes, música, lágrimas, inconvenientes y verdes praderas transcurre la historia, hasta que triunfan tres amores.
Pienso que Joe Wright ha utilizado un adecuado rasgo de estilo: nunca subraya las intenciones ni los hechos. Un ejemplo. Cerca del final, poco antes de que todo se arregle y Darcy vaya a hablar de la boda con el padre de Elizabeth, los dos pasean por separado en la penumbra de la campiña inglesa. Se ven. Van al encuentro el uno del otro. Se comunican que no podían dormir. Cada uno de ellos reconoce “sus culpas”. Se miran con amor y esperanza. Él le dice que la ama y que nada los separará. Podríamos esperar que cada uno de ellos se arroje con ardor en los brazos del otro. En lugar de esa obviedad, Elizabeth se acerca, le toma las manos a Darcy, se las besa y le dice que las tiene frías. La secuencia acaba con una imagen en la que los dos unen sus frentes.
Hay que añadir que los actores y las actrices están más que bien. El tranquilo y solitario padre está perfecto, la vulgar y entrometida madre así como las diversas hermanas están perfectas; Keira Knightley como Elizabeth Bennet está bien, Matthew Macfaadyen como el Sr. de Pemberley está más que bien, así como Judi Dench, en el papel de la engreída y antipática Lady Catherine, tía de Darcy y generala de la familia. Por otro lado, tengo la impresión de que la película tiene un espíritu próximo al de la novela de Jane Austen, aunque se dejen fuera algunos personajes y algunos episodios --no podría ser de otra forma--. Si exceptuamos la ironía, un aspecto que abunda en el libro, la película es una estupenda y entrañable recreación de una magnífica obra literaria.
lunes, 7 de febrero de 2011
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