miércoles, 11 de agosto de 2010

ANNIE HALL - A1

Hay directores que, por alguna extraña querencia del destino, se hacen más famosos que las estrellas, casi tanto como las estrellas de fútbol. Salen en las primeras páginas de las revistas y los periódicos tanto cuando inician un rodaje como cuando se toman un vaso de agua –con o sin gas. Es el caso de Woody Allen. Hay quien dice incluso que es un genio. A los que así digan yo les haría ver Annie Hall cada mes –o cada año, para no pecar de crueldad--. Como ésta es una de sus célebres películas, podrían extasiarse con las posturitas de la chica de cuello y corbata y constante puño en la cintura, poner los ojos en blanco con unas imágenes planas entre las que el gran gracioso mete sus chistes…

Si yo acabara aquí, estaría haciendo lo mismo que hacen sus adoradores, que dan por hecho que es un genio como yo estoy dando por hecho que es una célebre mediocridad. Así pues, me veo en la obligación de argumentar. Annie Hall me parece una película horrible al menos por dos razones, centradas: a) en los personajes, y b) en la realización. (Por no hablar de lo narrado, de la historia ni de las anécdotas).

En lo que a los personajes respecta puedo decir que sólo he visto un ego y una caricatura. El ego es el del protagonista principal, preocupado siempre por su psicoanalista, sus gracias, sus orígenes, sus complejos, sus ligues, sus medicamentos, su... He de decir que a mí no me interesaría una película que tratara de si a mi vecina le sale bien o mal la comida, de si el novio la quiere o no la quiere, de si le gusta el café fuerte o flojo, etc. Lo mismo me pasa con Woody Allen, no me interesan sus problemas personales, sus neurastenias, su relación con el judaísmo, ni sus langostas. La caricatura se refiere a la chica, interpretada por una mujer que en este caso no muestra ninguna cualidad de actriz. Sólo sabemos de ella, como ya hemos dicho, que viste con cuello y corbata y que se coloca constantemente los puños en la cintura. Poca cosa para considerarla un personaje.

En lo que respecta a la realización, no se puede decir que Woody Allen sea un estilista ni que le preocupen las imágenes ni su concatenación. Opta por el camino fácil de hacer una especie de telefilme plano, sin sombras ni resplandores, sin composición ni montaje; las caras están siempre a la misma distancia y las vemos con la misma iluminación. No alberga una pizca de la belleza de la Tierra, ni de la grandeza o la miseria de la gente. En Annie Hall no hay montañas ni ríos ni mar, ni personas ni multitudes, ni luces y sombras, ni un encuadre del que podamos admirar su belleza; las cosas se ven siempre desde la misma perspectiva, a través de un ojo neutro, semicerrado, de una aburrida claridad.

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